“Está claro. Con todos los desmanes que se están haciendo en cultura y educación, con todos los recortes imaginados e inimaginables, el master plan que percibimos algunos, y que va más allá de un de un delirio paranoico –además, hasta a los paranoicos los persiguen-, está consiguiendo que las personas seamos cada vez menos críticas con el mundo en que vivimos. Es lo que se busca y el que crea lo contrario peca de ingenuo. De hecho, la capacidad crítica es algo que potencian la cultura y la educación: sin ellas se pierde la costumbre de pensar -algo que desea el poder para que tantos repitan, casi una letanía, que ahora toca trabajar más -los que tengan trabajo- por menos. De tanto repetirlo acaba por parecer normal, mientras sobres, sobornos, facturas falsas y cuentas en paraísos fiscales van proliferando igual que una broma de mal gusto. Si las personas, asfixiadas para sobrevivir en su día a día, no tienen siquiera el consuelo –sí, es la palabra que busco- de una lectura, de ver una película, mirar un cuadro, ir al teatro, comprar un periódico... ¿qué les queda? ¿Qué nos queda? Nada. Canales basura y noticias manipuladas en televisiones que han dejado de ser independientes: miseria también mental que es la peor de las miserias.
Y no me vale con decir que hay cosas más necesarias por las hay que velar, por ejemplo, cosas de primera necesidad como alimentarse. La educación y la cultura son el futuro de un país y unas inversiones rentables, pues ayudan a hacer de las personas seres humanos con criterio propio. Hasta ahora se entendía así, me parece, y , por este motivo desde la llegada de la democracia ha habido una apuesta sistemática por la formación de los ciudadanos, al menos en la cultura, dado que la educación es la gran asignatura pendiente de nuestro país, con un sistema deficitario en planes e inversiones que empeora por momentos. Y de pronto, al ver los recortes reiterados no ya a la educación, sino a la propia cultura antes mimada, pienso si lo anterior no era más que una mera alucinación, una forma de “industria cultural” que, ahora, es obvio, ha dejado de interesar como prueba la subida absurda de los impuestos en cultura, excluyendo al final a todos: los que no tienen, porque no se lo pueden permitir y los que tienen, porque se irán a consumir cultura a un lugar más barato.”
Extraído del texto "Cultura Creativa" publicado en El País